(AB SOFORT)
Ab sofort.
Es lo único que oyeron aquella tarde.
Ab sofort
es lo único que querían oír
desde hacía veinticinco años.
Ab sofort.
Es lo único que pronunció aquella tarde,
lo único que escucharon cientos de berlineses,
los mismos berlineses que horas después
al otro lado del Muro de Berlín
se emborracharon con el champán
que nunca antes habían probado.
Ab sofort.
Así comenzó el final del Muro de Berlín.
Ocho mareas de risas, ocho torrentes de abrazos,
ocho manifestaciones jubilosas y enloquecidas
ahora que los diques de la vergüenza han desaparecido.
Ab sofort.
**
El muro de Berlín.
El primer muro de Berlín
nació con alevosía y nocturnidad.
La noche del 12 de agosto de 1961.
Quince mil sombras levantan
una alambrada de espinos y de vergüenza,
cortando calles, cercenando biografías,
tapiando ventanas y adormeciendo conciencias.
El muro de Berlín.
El cuarto muro de Berlín
comenzó a caer, sin nadie saberlo,
con el asombro de los flashes propagandísticos.
La mañana del 27 de junio de 1989
se comenzó a cortar el alambre de espino
que había separado Hungría de Austria.
A miles de kilómetros de allí,
el Muro de Berlín,
el cuarto muro de Berlín
comenzó a agrietarse y a caer.
En silencio.
Silencio ensordecido por los gritos
de las manifestaciones semanales en Alexanderplatz.
**
Él fue el primero.
Conrad Shumann.
El primero de una larga lista.
Él fue el primero
que saltó sobre la alambrada
del primer Muro de Berlín.
Tan solo tres días.
A los tres días
de haber comenzado a extenderse
la vergüenza de los espinos
del primer Muro de Berlín.
Conrad Shuman
saltó por encima de la alambrada.
Fue el primero en desertar.
Fue el primero en conseguirlo.
Otro miles dejaron su vida en el intento.
(Conrad Shuman
se suicidó treinta años después
de aquel salto por encima
del primer Muro de Berlín.
Nunca se sintió libre
por más que fuera el primero
en conseguir la libertad
más allá del primer Muro de Berlín).
**
Él fue el último.
Chris Gueffrey.
Una bala le traspasó el corazón.
La última bala asesina.
Fue el 3 de febrero de 1989.
Durante meses había soñado
con brindar con cerveza su triunfo.
Durante meses había planeado cada detalle
para poder cruzar el último Muro de Berlín.
Había elegido con mimo la hora nocturna,
el lugar, el Britzer Zweigkand,
y la ropa y la sonrisa que llevaría.
Él se quedó a mitad de camino.
Su amigo fue herido.
Él fue el último
de una larga cadena de asesinatos
que ha llenado de sangre
el rastro del Muro de Berlín.
(Hoy, en el lugar de su muerte,
se ha colocado una placa.
Una placa huérfana
que recuerda donde un día
estuvo el asesino Muro de Berlín)