Yo soy el cuerpo-idioma de mi guerra,
la maraña de significantes ávidos
y siempre dispuestos a producir
torcidamente un inmediato escozor.
¿Quién me enseñó a doler?
¿quién naturalizó el insomnio
y me entregó estas toscas armas
contra mí misma?
¿En qué momento empezó
la terca batalla por salvarme?
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NEGACIÓN
Ella es un interior.
Yo decido mirarla o no mirarla. O eso creo.
Miro también a las otras, las de los noticieros,
las de los simulacros publicitarios.
Y sondeo si algo en ella se les parece.
Desconfío de mi modo de velarla,
exacto entre el acecho y el mimo.
Alumbramiento o aniquilación.
Exceso de mí o mí veraz.
Ella es un interior
y yo, atravesada por la peligrosa
palabra colectiva, vigilo este mirarme
desde fuera,
como si de un dolor inédito se tratase,
como si resultara inadecuado
superponer unas heridas a las otras
e imposible la coincidencia.
Como si yo no fuera ella,
como si yo no fuera
una de ellas.