Soy el saco de los escombros
que muevo de ocho a seis.
Os hablo desde el silencio
de lo cotidiano y la rutina
de quienes nunca son
protagonistas de tu novela.
Soy mis ojos enrojecidos por el polvo,
este llorar rabia e impotencia,
juntas y por separado.
Os hablo desde el duermevela
de los sueños arrebatados
que nos desafían con ojeras
cada madrugada en el espejo.
Soy las frustraciones ensordecidas y machacadas
por el rugir y el rebote del martillo hidráulico.
Os hablo desde el cansancio
de las uñas negras y la espalda rota
de un amor de casa humilde
que se mira en el salón, callado, al final de la jornada.