BERNARDO SANTOS

ANTIGUOS RICOS, NUEVOS RICOS

Cuando fui niño, ellos eran dioses diáfanos,
ricos desde generaciones y generaciones,
ricos indiscutibles,
explícitos vencedores de una guerra
afirmando su exceso.

Ellos eran ellos, una obviedad.
Y luego estábamos el resto.

Sus apellidos eran largos, sus coches plateados
y pronunciaban el inglés con acento libidinoso.

Luego vino la democracia y se intentó que Lampedusa
fuera jefe del gobierno y cierto éxito sí que hubo,
pero en su conjunto, desde la perspectiva de este ojo
ellos dejaron en mucho de ser ellos.

La sacrosanta Transición con sus defectos
miró hacia otro lado respecto al origen del dinero.
Fueron iguales el billete ajado y el billete nuevo.
Se desarboló la nave del poder de la cuna.

Sin dejar su vínculo ancestral con la tierra y con la casa
ellos diversificaron su patrimonio y su glamour
mientras para nosotros inventaron el IRPF.
Algunos, hoy, incluso trabajan.

Abandonaron sus palacios de siglos
que hoy son consejerías, hoteles
o se mantienen en ruinas.
Otros grandes palacios fueron desmembrados
y los patios menos nobles, donde vivía el servicio,
convertidos en apartamentos.

Ellos ya no más fueron ellos, por siempre ellos.
Vinieron a sustituirlos otros,
los nuevos ricos de los derechos del fútbol,
los que emergieron de las gerencias de urbanismo.

No sé si es la nostalgia, o las películas de Visconti,
pero hoy ellos me parecen dulces
comparados con las nuevas estirpes de horteras.

No le dimos la vuelta a la tortilla.
Todo fue un revuelto.

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