Si fuera tan fácil, cambiaría este hombre que llevo por error.
Si fuera tan sencillo, diría que sí a todas, quiero decir, las distancias,
sus repliegues,
la virulenta dicha de los desfavorecidos, su humildad,
todos los ciegos.

Si todo estuviese al alcance de las manos, quiero decir, las tuyas,
mataría esta costumbre que llevo por la muerte,
sin miramientos,
con un temblor nervioso.

Si todo fuera así, miraría a tus ojos que llevo por injusticia.
Pero solo si fuese tan estricto, quiero decir, a rajatablas,
dando el salto,
sabiendo que no volveré a morir.

Si fuese posible, distraído, y si así se dispone, poco claro,
calmaría esta enfermedad que nos incumbe a todos,
con esa caridad que solo tienen los pájaros.

Igual, seguiríamos siendo una herida afable,
al alcance de las manos, quiero decir,
arrancándonos los ojos,
incurables.


**

En este verso hay que desactivar una bomba.
En este verso hay que salvar a Thomas Bernhard.

Un poema donde crece desaforadamente un reformatorio,
niños con miedo de dormir con la luz encendida.
Thomas Bernhard toca el violín y se asusta,
en esta línea faltan nombres, ancianos,
su música.

Ahora, que tiemblan los jardines,
el tiempo atrás, los explosivos,
donde aumentan los huérfanos y los niños como Thomas Bernhard corren a esconderse debajo de la cama.

Hay que ponerse de rodillas, ahora,
desactivar una bomba,
salvar al pequeño Tom.

Un poema donde inevitablemente va a morir gente buena,
los silencios épicos.
Y qué será de la ausencia, los nosocomios,

qué será del día.

Thomas Bernhard rompe su violín contra la niebla,
pero sobra horror,
a dios le indignan los enamorados,
pero le gustan los chicos inocentes.

Hablar de esta ciudad,
justo ahora que tengo frío,
un saco roto, el tiempo atrás,
la guerra.
Una línea donde sigue habiendo huérfanos,
donde sigue haciendo frío.