CAJA ABIERTA > numero1


DIVERGENTES: CONVERSACIONES CONCRETAS SOBRE POESÍA

(Una conversación abierta entre Patricia Olascoaga, Pilar Serrano y Enrique Falcón)

 

En ”Caja abierta” queremos sostener una conversación abierta sobre, desde, entre y con poesía. La abrimos en la red con la posibilidad de “comentarios” moderados solo para que se produzca el diálogo, que se incorporarán como parte del texto. Será, por tanto, una conversación de seis meses, que no renunciamos a que posibilite también encuentros presenciales entre número y número. De esta forma, apostamos por una conversación abierta, radicalmente, a la intervención de cualquiera.
Comenzamos proponiendo a Enrique Falcón (poeta y activista de Valencia) que iniciara esta aventura con un doble salto mortal: uno afuera del mundo europeo poético y otro afuera del mundo poético. Así, se sumaron a la propuesta Patricia Olascoaga (poeta uruguaya residente en Valencia desde hace cuarenta años e igualmente participante en espacios políticos y sociales) y a Pilar Serrano (militante en movimientos sociales, lectora de poesía pero no escritora).
Deseamos que acompañéis esta andadura, que toméis cada palabra como el pie de un buen poema, que no permitamos, parafraseando a Quique, que ningún “miserable cerco de consensos” impida que “las posibilidades de dicción de nuestras prácticas literarias” sean “ilimitadas”.

 

 

*** ***

 

Enrique FalcónEnrique Falcón: Durante estos últimos meses, y con ocasión de algunos encuentros en los que hemos ido participando algunos/as compañeros/as, ha emergido por fin a debate (unas veces, de manera explícita; otras, con parecidas intuiciones) la cuestión de si podríamos concretar hoy un corpus de poemas actuales que pudieran estar teniendo una presencia relevante entre la gente que, de manera más o menos organizada, milita en las asociaciones vecinales, en los partidos políticos antagonistas, en las PAH, en los colectivos de autogestión, en los grupos de apoyo a personas presas, en los sindicatos de base, en las agrupaciones de mujeres, en los colectivos de resistencia, etc. Nuestra pregunta se ha ido volviendo tan incisiva que dio origen a esta sección de conversaciones concretas que hoy iniciamos nosotras tres, y que quizá podríamos ahora formular así: ¿En qué poemas, y por qué en ellos, encontraron esas personas ocasión para el alivio personal y el respiro común, para sentirse acompañados/as, para reconocerse, para empoderarse aún más en su toma política de conciencia, o para sentirse confirmados/as o espoleados/as en esos procesos de resistencia o de transformación social?
Sé que sois, ambas, personas que (entre otras muchísimas cosas que trenzan vuestras vidas) leen, escuchan y comparten poemas. ¿Qué papel tiene eso (si es que lo tiene) en vuestra vida? ¿Creéis que la poesía desempeña un papel relevante en ella? En concreto, ¿qué lugar ocupa, en general, en vuestro compromiso como militantes, como ciudadanas, como mujeres conscientes e implicadas con el cambio social…? ¿Qué os está aportando realmente la literatura, al menos en esta particular modalidad de poesía divergente y políticamente antagonista?

Patricia Olascoaga: Sin mucho reflexionar, más desde el primer toque de las preguntas, me vienen imágenes de los recitales: las caras mostraban corazones escuchantes que nunca aprecio en las charlas que doy sobre temas políticos diversos, aun incluyendo citas o textos poéticos. Eso me da la intuición de que la poesía abre un pasillo hacia un entendimiento, un cuestionamiento personal que con el tiempo se irá macerando en ideas, y desde ahí hacia nuevos posicionamientos.
Desde mi oficio de psicóloga podría teorizar sobre este efecto, lo cual no es ahora el caso, pero enfatizaría que ese “pasillo” es el único camino para vehicular las diferentes cosmovisiones, romper el pensamiento único, generar mecanismos de autorreflexión en lo cotidiano, ver con diferentes prismas la cotidianidad, superar el entorno más inmediato y hacerse global, humanidad global, actualizarse.
Qué importante es esto de actualizarse desde dentro, rompiendo también esas rigideces que nos someten a una zona de confort ausente de conexiones con el otro, la otra, como semejante, formando parte de un todo. Esta acción actualizadora se me antoja muy subversiva. La poesía también es una dinamita de bloques mentales, proporciona el otro ángulo de la cámara y ya nada es lo mismo. Además lo hace sin heridas, aunque muchos poemas vengan de las heridas; no hiere, gran virtud tiene la poesía.
Que además imagina: imaginando crea mundos nuevos y desde ahí se hacen posibles. Son planos de arquitectura donde se puede entrever el edificio sin construir todavía. Tiene la potencia del futuro hecho presente en el verso, y de eso andamos muy escasos.
Otra intuición-reflexión, hablada con algún compañero, es que la poesía encerrada en círculos poéticos tiene una repercusión de brazo corto; su lugar tendría que ser la calle, el aula, lo que se comparta en la cervecita cualquier noche, escrita en los muros que ya se hace con una iniciativa preciosa de ir colgando versos por ahí.

 

Pilar Serrano: He de confesaros la sorpresa que me ha producido esta invitación. ¿En serio? ¿Hablamos de poesía? Bueno, releyendo tu carta de invitación, he entendido que hablamos de poesía y revolución. De poesía y transformación. Y las abogadas, sobre todo las de los descalzos (“la justicia es como las serpientes: solo muerde los pies de los descalzos”), sí sabemos mucho de injusticia, de dolor, de impotencia y de transformación.
Me confieso consumidora de poesía. Exclusivamente. Así que me siendo un poco aturdida  al entablar esta conversación con dos personas a las que quiero y admiro y que sí escribís.  Aunque he tardado mucho en contestarte, Quique, quiero decirte que sí le he dedicado tiempo mental a  tus preguntas.
Creo en el poder de la palabra: es capaz de sanar, de hacer sonreír, de abrirte los ojos (o de cerrártelos) casi, casi, como un buen beso.
Hoy la poesía está en todas partes. Tiene también algo de grito y de desgarro y, desde luego, no tiene dueño, ni autor. La puedes encontrar en los muros, en un post-it, en cualquier superficie. Su público es todo aquel que sepa verla y valorarla, e internet ha logrado que acciones poéticas antes minoritarias ahora estén al alcance de miles de personas.
Estoy pensando en la denuncia del colectivo LUCE de Valencia (ref. en link: aquí), que convierte la degradación urbana en denuncia con una sola palabra; en Neorrabioso (ref. en link: aquí), que transforma un contenedor en un lienzo o, mejor dicho, en un panfleto. Pienso en la poesía convertida en eslogan, en himno. En el niño de las pinturas que, con un dibujo y un verso, transforma una pared en denuncia.

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Me viene a la cabeza el poema de “Los Nadies”, en los que todos somos hijos de nadie y dueños de nada y no puedo evitar sentir cierta alegría cuando un político, o un periodista, bautiza con “los nadie” situaciones cercanas de injusticia, evocando el poema en una situación de dolor y de desolación.
La poesía –de la que hablamos, la social, la cercana, la que no usa traje de chaqueta– hoy está al alcance de todos, aunque hace unos años no era  así. De forma impulsiva, he buscado las revistas “Miradas del Barrio” que publicamos hace 16 años y las he releído y no he podido evitar cierta nostalgia. Poesía dura y sucia, en la que se daba voz a los que normalmente no la tienen.
Como dice la Cañamares,

 

Solo una cosa hace la poesía.
A susurros grita que todo
todo está relacionado con todo.
Con hilo de palabras, ella
va remendando los agujeros.

(Ana Pérez Cañamares)

 

Enrique Falcón: Aquellas revistas que mencionas introdujeron potentes poemas en el ámbito de una prisión española, y sacaron de las vidas allí encerradas voces y versos, hacia afuera, que hicieron temblar a muchxs. Poemas que (creo) provocaron cosas. Vamos a eso, pues. Me gustaría que cada una de vosotras acercarais precisamente a esta conversación un par de poemas (si es posible, de personas vivas que escriban en castellano desde cualquier lugar del mundo) que, de un modo u otro, os hayan ayudado, acompañado, aliviado, animado, espoleado, provocado… No sé muy bien qué más adjetivos añadir a los posibles efectos de un poema, pero tendrían muchísimo que ver con ese “efecto pasillo” del que hablaba antes Patricia para el “poder de la palabra” del que antes hablaba Pilar. Interesa que nos habléis de dos poemas en concreto que (de un modo u otro) os hayan ayudado a vivir, o hayan acompañado vuestras vidas como personas que, organizadas con otras, se sienten involucradas en procesos cotidianos de resistencia o de transformación social… La pregunta que os hago busca, si es posible, algo muy concreto: ¿Qué hay exactamente en cada uno de esos poemas que haga que os aporten qué cosas?

 

Pilar Serrano:  Ahí va uno al que me referí antes:  “Los nadies”, de Eduardo Galeano.

 

LOS NADIES

 

Sueñan las pulgas con comprarse un perro
y sueñan los nadies con salir de pobres,
que algún mágico día
llueva de pronto la buena suerte,
que llueva a cántaros la buena suerte;
pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy,
ni mañana, ni nunca,
ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte,
por mucho que los nadies la llamen
y aunque les pique la mano izquierda,
o se levanten con el pie derecho,
o empiecen el año cambiando de escoba.
Los nadies: los hijos de nadie,
los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados,
corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos,
rejodidos:
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones,
sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos,
sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal
sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadies,
que cuestan menos
que la bala que los mata.

(Eduardo Galeano)

 

Que no tienen nombre sino número… A lo largo de mi vida profesional me he encontrado  con muchas personas que me han contado que se han sentido así; que, despojados de toda su humanidad, se han sentido cosas. “Al llegar a la costa en patera en un grupo numeroso me  escribieron un número en el brazo” .
Que no tienen cara sino brazos…: “Esperamos en la rotonda y, al llegar el capataz, nos agrupa  de cinco en cinco y nos adjudica un campo”.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos…

Patricia Olascoaga: “Capitalismo”, de Ana Pérez Cañamares, y el poema que acaba de poner Pilar son dos grandes acompañantes. Por algo somos compañerxs de viaje en el activismo, tenemos muchas coincidencias en esta entrevista de poesía divergente… También en la conciencia de lo cotidiano, como dice Ana en “Capitalismo”, en los estragos de “mi amor” llegando a casa roto; esa cotidianidad aparentemente lejana de las teorías es pura vida: desde ahí escribir me parece indispensable.
“Los nadies” colocó un sustantivo para nombrar muchos otros sustantivos con los que hacíamos referencia a las múltiples formas de exclusión y marginación que el sistema nos tiene reservados. Recoge la única esperanza del pobre que a veces es la superstición para conseguir levantarse otro día de la cama, nunca para levantarse de la miseria.
Tengo que citar la de Mario Benedetti: “defender la alegría como trinchera”; no habrá cambio social desde el dramatismo y el bajón permanente de creernos derrotadxs, destinadxs a la frustración continua. La alegría y la ternura son dos grandes subversivas que tenemos que contagiar, lo más humano que nos hace humanxs y, a partir de ahí, ser capaces de crear. Esa poesía necesitamos y necesita el mundo. Demasiados “en contra” te van arrinconando a un lugar donde solo cabe el no. La poesía combativa tiene que llenarse de ilusión, por eso lo de la alegría; y si sale de la trinchera y sale a las calles, más que mejor. Ese cambio me gustaría verlo, como lo vi en las acampadas del 15M: cartones escritos con versos.

 

Enrique Falcón: Durante estos últimos años tú en concreto, Patricia, has estado presente en los encuentros de poesía que, bajo el lema de “Voces del Extremo”, se celebraron respectivamente en Moguer (Huelva) el pasado mes de julio y en Logroño a comienzos de este mes de marzo. Sin buscar ahora una valoración tuya sobre cualquiera de estos encuentros, quería pedirte que recordaras el tono general de las decenas y decenas de poemas que, en ambas ocasiones, tuviste la oportunidad de escuchar en boca de un montón de poetas procedentes de distintos lugares de nuestra geografía. Con esos poemas en concreto en la mano (cabría decir mejor: en el oído), ¿cómo valorarías, Patricia, la salud, las potencialidades reales, los logros y también las limitaciones, de la llamada “poesía de la conciencia crítica” que debió de compartirse y escucharse durante esos encuentros?

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Patricia Olascoaga: Uff…, complicada la pregunta, compañero. Por varias razones. Cuando vas a un encuentro como este de Logroño entrás como en un levitar a varios metros del suelo que no te permite, o no te permitís, ser más que cuerpo abierto para escuchar y llenarte. Después viene asentar, releer…: trabajo de hacer pozo. Fue muy diverso, quién encontró el “pasillo” y quién solamente abrió los visillos ¿Es eso salud? No lo sé, no sabría decirlo.
Pero te cuento lo que me pasó: en un momento de la tarde sé que tuve dos conciencias en un mismo pensamiento. Estaba escuchando a un poeta con la sala llena, en silencio, afuera el frío y ahí una temperatura estupenda; claro que estaba en punto de levitar, como dije antes; entonces   me vinieron imágenes de lxs refugiadxs al otro lado de una valla de alambre… Me fui a la calle a fumar un cigarro, sin chaqueta: llovía y hacía frío… Dos mundos al mismo tiempo: la belleza y el horror separados por unos cuantos kilómetros. Subí un poco más encogida.

 

Enrique Falcón: Y ese horror, Patricia: ¿qué hacer con él? Nos lo encontramos en las calles, o nos llega a nuestras vidas desde todos esos kilómetros de distancia que tú nos recuerdas, o a los diez metros donde trenzamos algunas de nuestras complicidades día a día… ¿Qué crees que debería hacer un poema con ese horror? Como ante otras otras realidades sociales y políticas de nuestra existencia, podríamos encararlo como “problema” o como “misterio” (así nos lo sugeriría Gabriel Marcel), pero también pienso –a bote pronto, y a partir de lo que justamente acabas de contarnos– que ese horror acogido en un poema podría (tal vez) también estremecer seguridades, o romper consensos que creemos intocables, o señalar responsabilidades, o provocar culpabilidad, o abrirnos vías de salida compartidas, o hermanar destinos comunes, o provocar conciencia, o producir parálisis en quien lo lee (en quien se lee) en ese poema, o… Se me ocurren tantos posibles efectos, tantas distintas posibilidades… ¿Qué querrías tú en concreto esperar de ese poema que quiso dar cabida al horror de nuestro tiempo?

 

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Patricia Olascoaga

Patricia Olascoaga: La poesía puede y debe ser pedagogía de vida, pedagogía política, sin saber dónde poner la raya que delimita a ambas; lo privado y lo íntimo son también actos políticos, vivencias impregnadas de todo cuanto acontece. Puede romper el maleficio al que nos arrastran de aislarnos en nuestras pequeñeces vitales, alejadxs de lxs otrxs. Nos hacen vivir con fotos fijas, sin más ángulo que el pensamiento único, haciéndonos creer que la realidad y la historia son una única foto que siempre escribe y dispara el victorioso: se quedan con el poder de la explicación. La poesía es ese otro prisma. Desde lo más hondo desdibuja ese mapa y le pone mil formas diferentes de interpretar el mundo. Da igual que sea un árbol o la pobreza, acercarnos a ellxs desde la poesía amplifica la propia experiencia vital. Una vez roto el maleficio de la simplicidad, que no de la sencillez, el camino está abierto para la creación, de todxs, de cada unx. Eso es subversivo, porque crea.

 

Enrique Falcón: Vamos, pues, a creaciones concretas. Sé que lo conocéis ya (Patricia acabó haciendo referencia a él). Me gustaría que releyerais este poema, “Capitalismo”, de Ana Pérez Cañamares:

 

CAPITALISMO

 

El hombre seboso y trajeado se cuela en nuestra cama cada noche
después de follarse al universo viene a susurrarnos nanas
su obsesión por nosotros no descansa nunca
en nuestros sueños nos persigue
con su disfraz de perro, de vendedor, de cura
de espiga de trigo, de pistola en el bolsillo
su disfraz de muerte, su disfraz de vida
sé que tú le gustas con ojeras
yo le pongo cachondo cuando estoy cansada
me quiere flaca aunque me tienta con chucherías
y a ti elegante aunque te duelan los huesos
me empuja a emborracharme pero no por diversión
sino para olvidar
que mis horas de ocio se cierran siempre con balance negativo
cuando estamos a punto de enfermar por agotamiento
nos premia con unas vacaciones
y nos tiende los billetes como el cazador
lanza un hueso al galgo que ahorcará mañana
me instiga a desear cosas que no necesito
aunque él nunca tiene para mí un regalo
dice que mis enemigos son aquellos
que quieren lo mismo que yo
porque no hay bastante
nunca hay bastante para todos
nos cobra por lo que no es de nadie
por el agua de lluvia
por el sol y la arena
por los claros del bosque
y los manantiales
secuestra a mi amor durante 10 horas cada día
y cada día me lo devuelve más viejo
con sus brazos lascivos abraza a mi hija
y yo grito ¡huye!
-he visto los primeros signos de rendición
en su rostro inocente-
pero no sé mostrarle la puerta de salida
y más que mi felicidad, lo que a él le preocupa
es atisbar en mi cara un rastro de consuelo
que me permita llegar hasta la próxima tregua
cada día me pone café en los labios
para que aguante, y luego una pastilla
que me aplaque los nervios para que descanse y duerma
mientras él sigue haciendo conmigo lo que le viene en gana
(a veces se tumba sobre mí y yo con los ojos abiertos
miro al techo, y si se da cuenta me dice
que ya va siendo hora de pintarlo)
envenena la comida con que me alimenta
me prohíbe fumar mientras engorda mi ansiedad
y me quita los chupetes que podrían consolarme
provoca mi llanto
y después me obliga a maquillar las señales de la tristeza
si me pongo rebelde, ríe paternalista
cuenta que él también pasó por esa época
y mi rebeldía la rebaja a moda
que luce en camisetas los sábados por la mañana
cuando sale a comprar los cruasanes y el periódico
él me da detalle de cada asesinato, de todas las guerras
de las violaciones y los golpes de estado
pero tanta información me deja sorda y ya no escucho
los crujidos ni los llantos en voz baja
las señales del desmoronamiento
y él calla que cada muerto, cada herido
las mujeres violadas y los que sufren torturas
todos recibieron su visita antes de convertirse en lo que son ahora
se zafa de las culpas con promesas
pero yo sé que una palabra suya
bastará para condenarnos
y si desaparece es para espiar a salvo y oculto
en los bares, en los hoteles, en los baños, en las celdas
tengo que darle las gracias porque
¡tú eres una mujer moderna!, grita animoso
de las que habla inglés, trabaja en casa y en la oficina
va al gimnasio y aparenta menos edad de la que dice el dni
tienes nociones de pedagogía aunque apenas veas a tus hijos
y además fuiste bendecida con una vocación
para que puedas sentirte mejor que otras
(y yo callo que yo no quiero ser artista
si eso va a convertirme en diferente
porque ya me siento lo bastante sola
y no quiero competir en más carreras)
si muestro debilidad, susurra, todos querrán aprovecharse
(como si él dejara algo para los otros)
mejor será que despliegue arrogancia
(con todos menos con él)
de todo me habla pero no de quién recogerá los restos del naufragio
ni en qué lugar nos reuniremos los náufragos para organizarnos
para hacer un fuego, compartir la comida y quitarnos el frío
aunque antes hay que hacer acopio de fuerzas
para no abandonarse cada uno en su rincón
Un día, no sé cuándo, yo le voy a cobrar
sus cadáveres, las humillaciones
el secuestro de la inocencia
el expolio de los sueños
yo le voy a cobrar, no sé cuándo
y la primera puñalada que le voy a meter
va a ser por las caricias que no nos dimos
por los polvos que no echamos
tú y yo
cada vez que se cuela en nuestra cama
y nos dice que mañana, mañana, mañana
mañana el despertador sonará a las 6:30
y veinte minutos más de sueño
nos harán mejores soldados a su servicio
Te lo juro, mi amor. Una puñalada
por cada polvo que nos robó
y luego ya el resto, por los presos, por los indigentes
por los que dejan atrás casa y familia
por el dolor que no merecemos sufrir ni ver
por los campos arrasados
por los animales que se hacinan
por los niños que trabajan
por los ojos que se cierran por el cansancio y la muerte
por el tiempo que no volverá
por la vida que nos robaron
por la vida
mi amor
por la vida.

(Ana Pérez Cañamares)

Ana Pérez Cañamares, fotografíada por Reiner Wandler

Ana Pérez Cañamares, fotografíada por Reiner Wandler

Pues bien: en cierta conversación que mantuvimos algunos/as no hace mucho tiempo (ref. en link: “Disidencia, resistencia, palabra, acción. Coloquio sobre poesía crítica”), me pronuncié de esta manera acerca de precisamente este poema:

“¿Por qué un poema como este [“Capitalismo”] provoca lo que creo que provoca entre tanta gente que me rodea y que lo lee? Provoca (creo): indignación que moviliza, identificación de las claudicaciones de nuestra vida cotidiana, rebelión emocionada, y lúcida, reconocimiento de ser-mujer, ensanchamiento de mis posibilidades de liberación, cuestionamiento también de las limitaciones de esta, apercibimiento de las (tan a menudo) invisibles relaciones entre gestos de vida “privados” y situación común, energización del deseo que nos cambia, subrayado de nuestra propia dignidad (personal y de clase)… ¿Qué de ese poema provoca eso? ¿Por qué otro poema —con el mismo “tema”, parecida voluntad crítica, deseo de “alcanzar” o de acompañar a un semejante tipo de personas lectoras, etc.— no lo consigue hacer? Sé que psicólogos, teóricos de la comunicación y sociólogos nos darían respuestas. Pero ¿qué diríamos nosotros con ese poema en la mano? Asumiendo que ese poema es, como cualquier otro, un “artefacto de palabras”, y no “de inefabilidades”, ¿qué estrategias retóricas de escritura ha desatado?”.

En fin, la pregunta que os hago, tras la relectura de ese poema, busca indagar qué podría “provocar” en cada una de vosotras (si es que, efectivamente, algo puede “provocar” en vosotras) este poema en concreto, en la línea de las preguntas que yo mismo me hacía en esa entrevista cuyo fragmento acabo de reproducir.

Patricia Olascoaga: Esta pregunta ya la abordé antes. De todas maneras, no me canso de repetir el acierto de recoger en un poema el fenómeno roedor del sistema y la terquedad de la vida amable y amada, para resistir e ir más allá, para impulsarnos fuera de nuestras pequeñas zonas de confort, que todxs tenemos y son necesarias como refugio transitorio. Pero no para pasar la vida ahí.
Creo que es como un poema “descorchador”: suena y deja libre el vino, y ya nada es lo mismo.

 

Pilar Serrano

Pilar Serrano

Pilar Serrano: Es un poema completo. Confieso que cada vez que lo leo descubro un nuevo matiz, un nuevo grito, una nueva denuncia. Me sobrecoge, me emociona y me hace reflexionar;  es como “hacer examen de conciencia”. Me reconozco en cada verso, y pone palabras a lo que siento (me pasa con muchos poemas de APC). Yo también quiero tomarme la revancha de este sistema, y apunto en la libreta de mis deudas las caricias perdidas por una jornada laboral inagotable.
El “que paren del mundo, que me quiero bajar” de Mafalda se convierte en que yo quiero parar el mundo, o en que, junto a vosotros, juntos, nunca solos, podremos pararlo. Puñaladas compartidas.
Es un poema que instintivamente hace levantarte de la silla, hace que te identifiques con esas recompensas del sistema que no son más que estaciones perdidas sin ningún destino final.   Y por si faltaba poco, es un poema con galgo: más completo imposible 😀
La palabra-resumen que me viene a la mente es esclavitud. Somos una generación de esclavos engrilletados que presumen de libertad. Y este poema hace que de repente la venda se caiga de los ojos. Pero no es un poema ingenuo, con final feliz o un apartado al final de libro con las soluciones. Reconoce con dolor en su hija las dentelladas del sistema y evoca con amargura el tiempo que ya no volverá.
Me encantan los guiños como el de “pero yo sé que una palabra suya bastará para condenarnos”.
Y mi rebeldía la rebaja a moda. Inevitable reconocerse en esas camisetas con mensaje, en esos activísimos de salón al alcance del click de tu ratón.
Confieso que me enamoré de la autora al primer poema. ¿Amor al primer poema? Iba predispuesta para el flechazo porque la tarde anterior tú, Quique, me habías dicho que tenía que escucharla y la definiste como “el mejor poeta vivo del panorama actual”.

 

Enrique Falcón: Cosa que mantengo. Me gustaría ahora que leyerais ahora este par de poemas. Quizás los conozcáis ya (de hecho, no lo sé), pero en cualquier caso no creo que sea importante deciros ahora quiénes los escribieron, ni en qué contexto ni cuándo (aunque cuando se publique esta conversación, añadiré de dónde los saqué). Este es el primero:

 

VÉRTIGO

 

Nada que no sea vértigo: en el vientre
de la quietud nacen fracturas –como un aullido
que sólo después oiremos:

escucha las hojas
de invierno,
supervivientes.
Crepitarán también cuando
las estaciones gélidas cedan
al rumor del agua. Y verás
entonces cómo la noche se hace clara
y brotan abejas
en los troncos secos.

(Arturo Borra)

 

Y este, el segundo de ellos:

 

JUEGOS DE MAGIA CONTRA EL CAPITAL

 

                                               (con Jorge Riechmann)

 

Para que no siga creciendo el páramo, aplazarnos.
Para que nazca el asombro de lo sencillo, demorarnos.
Para reconocernos igual a cualquier otro en la lumbre de cada cosa,
dilatarnos.
Para que se extienda el azar verde de todo lo milagroso, retrasarnos.
Rezagarnos, llegar tarde, no llegar.
Quedarnos, errabundos, por las plazas,
pensativos en el espectáculo de las ventanas,
perdidos en las calles como si las miráramos por primera vez.
Entretenernos en las estaciones, prorrogar el verano,
chuparnos como dulce por donde se abre la tarde,
eternizarnos, no cerrar las noches y así, de seguido
no acabar de hacer casi nada,
no valer nada,
no valer para nada.
Estarnos, dejar de ser ellos,
renunciar a ser como ellos,
ni un minuto más ellos,
y cómplices de la nueva superexistencia, vivirnos,
y entonces
empezar el día, correctamente, por el beso de un niño,
los afectos compañeros,
el sentido común,
sobre todo,
empezar el día por el sentido común.

(Antonio Orihuela)

 

No se trata de compararlos, sino de encararles nuestras vidas, y las vidas de otrxs; ver qué dicen, qué podría estar diciendo cada uno de estos poemas a todas estas vidas, y en concreto a las vuestras y a las circunstancias sociales y políticas en que cada una de vosotras vivís. ¿A qué zonas de esa vida compartida os lleva cada uno de los dos poemas anteriores? ¿Qué parte de esas vidas “sana” cada cual? ¿Qué “pasillos” os abren, si es que alguno logran abrir? ¿Qué “descorcharía” cada uno, si es que algo se descorcha ahí? Estoy usando algunas de las categorías que utilizasteis antes…

 

CDR caja abierta imagen Mestre_por Javier Jimeno

Fotografía de Javier Jimeno

Pilar Serrano: Yo me siento directamente interpelada por ambos poemas. De hecho, vértigo es una palabra que define muy bien mi vida, pero creo (o quiero creer) que también llegará para mí la primavera, que la luz vencerá a la oscuridad de la noche y que de mi tronco seco brotará la vida.
Algún día.Quizás algún día.
Yo también quiero “estarme” y prorrogar el verano: aplazarme (sí, sí: aplazarme, yo a mí misma, la mujer de la agenda y del plazo vencido) y empezar el día con lo realmente importante: el beso de un niño y los afectos compañeros. Cómo no sentirme interpelada cuando, en mi vida y en la de tantos otros profesionales que conozco, el sentido común es el menos común de los sentidos. Cómo no sentir que en mi agenda apunto reuniones y citas que me roban la vida. Cómo no sentir que mi ritmo vital no me permite vivir.
Parar, sentir, sentirme, sentiros, y quizás en algún momento: renacer, volver a empezar.

Patricia Olascoaga: Aplazarnos, rezagarnos, eternizarnos, dice el poema: qué grande, qué bello cómo describe esa dimensión del tiempo que es donde nos hurtan y es en la que podemos hacer girar la rueda hacia otra forma de estar, de enlazarnos; para dejar de ser ellos. O lo que ellos quieren que seamos. Es dejar de pensar en término productivo y pasarnos al reproductivo, creador, cuidador, a veces de nadas que contienen más que los todos que ellos nos ofrecen. Estar a solas “encarándonos”, estar con otrxs “encarándonos”, a veces en silencio que también es un nada para el sistema que nos llena de ruidos, también visuales. Me asustan esas ciudades llenas de letreros de neón que hipnotizan y evitan que mire al otrx que camina a mi lado.
No sé si es ensanchar o simplemente cambiar el ritmo programado, primero dentro de mí: cada vez más desobedezco las reglas de esos horarios, eso hace que conviva con muchas contradicciones que tengo que superar cada día, cada día se libra esa batalla. Porque también hay que conjugar el “darse”, hablar de sentido de vida en términos comunitarios, de entrega, del cambio necesario. No mover ni un solo músculo más que el de la lengua para decirlo me parece una trampa fácil en la que muchxs caen, y en parte también es una forma de silenciar conciencias. Por eso lo de conjugar palabra y acto: no veo otra forma de “enlazarse”. Trato de hacerlo y, ciertamente, no siempre me sale bien.

 

Enrique Falcón: Mañana mismo, un hombre, una mujer, escribirán un poema. Cualquiera de ellos comparten nuestro mundo y cualquiera de ellos está totalmente habilitado para desplegar todas las posibilidades de escritura propias de su oficio. Pues bien: desde donde cada una de vosotras dos (Pilar, Patricia) trenzáis vuestras vidas, desde con quiénes y para quiénes vivís, y también teniendo en cuenta para qué (y cómo) compartís ahora vuestra vida… ¿qué le pediríais cada una de vosotras a ese, a esa, poeta que mañana va a volver a ponerse a escribir?

Pilar Serrano:  Si se calla el cantor, calla la vida: le pediría que escriba que no se rinde. Le diría que la palabra es necesaria en estos tiempos en los que todo se soluciona con una imagen y, si es posible, a color. Y si son mil imágenes, pues mejor que mejor. Le pediría que grite, que me despierte, que me meta el dedo en el ojo. Le pediría que diera (fuera) voz de las que no la tienen: de las enmudecidas, de las empobrecidas, de las prostituidas. Poesía para el pobre, poesía necesaria como el pan de cada día. Le pediría que su poesía “tome partido”: no creo en la neutralidad (la poesía, un arma cargada de futuro).
Poeta, ¡¡le espero en las barricadas!!

 

Patricia Olascoaga: Así, poeta en abstracto, que no despegue los pies del suelo, que no mire al suelo, ni al cielo tampoco; que ande con la gentecilla que le rodea, que nos aguijonee, que nos ponga una manta para el frío, que me deje un buen sabor en la boca, que me haga pensar; que diga lo que yo no puedo porque no sé, que siga siendo un gran calidoscopio para que podamos todxs, y puedan, ver el mundo con otros colores y figuras.

 

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Fotografía de Víctor Valdés

 

Enrique Falcón: Bien. Pues demos finalmente por sentado que lo que cada una de vosotras pedís a esa persona ya se cumplió en nuestro pasado reciente. ¿Qué dos poemas en castellano, producidos en esta última década, aportaríais en este sentido a esta conversación? No os pido exactamente dos poemas que os puedan gustar mucho, sino dos poemas que os hayan movido bien. Y os lo pido siendo muy consciente que la categoría idealista y burguesa del “gusto” resulta tan difícil de precisar como la categoría material de los “efectos” que pudiera movilizar un poema para un contexto real de vida y para unas circunstancias sociopolíticas en concreto: las que tantos y tantas compartimos. En cualquier caso, serían poemas que, por un lado, responderían (solo a título de ejemplos) a lo que en esta conversación cada una de vosotras habéis ido subrayando y, por otro, formarían parte de esa hipotética selección de textos que imaginé ya en mi primera intervención.

 

Patricia Olascoaga: ¿Dos? Difícil lo ponés, pero voy a aportar dos que me aportan y me encantan. Llevamos un buen rato hablando de poesía y tengo la sensación que también de vida; por eso, estos dos poemas que elijo. La poesía me ayuda a que me resitúe a nivel personal, confróntándome. Por otra parte, también me posicionan frente y con  las personas que me rodean, elijo así con quiénes quiero compartir vida, establecer esas complicidades que no se pueden explicar pero son afectos invisibles, saber que estás en la misma, que nada te es ajeno y que hay un diálogo permanente y enriquecedor en ese compartir.Uno es el “No te salves” de Mario Benedetti… No sé cuántos años tiene, pero seguro que no envejece.

 

NO TE SALVES

 

No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nuncano te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo
pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo.

(Mario Benedetti)

 

El otro es la “Canción del levantado”, y en este punto he de darte las gracias, compañero, por esos versos tan lúcidos y hondos, certeros y a la vez llenos de esperanza:

 

CANCIÓN DEL LEVANTADO

 

No adoptes nunca el nombre que te dé la policía
No acerques tu caricia a la piel del invasor
No comas de su trigo, no bebas más su leche
No dejes que tu alberca la vuelvan lodazal
No esperes casi nada de su magistratura
No reces en su lengua, no bailes con sus ropas
No pierdas nunca el agua que duerme a los guardianes
Ni alojes en su boca la sal de tu estupor
No guardes en el sótano más bombas incendiarias
No firmes con tu letra los presagios del poder
No tiendas más cadáveres en la comisaría
No esperes nunca nada de la voz del ataúd
No entregues tu camisa a ninguno de sus bancos
Ni viertas en tu vientre el pozal de una bandera
No lleves a tu amigo a los pies del impostor
No dejes que su lengua fructifique tras tu casa
No permitas a tus hijos,
nunca dejes a tus hijos
esconderse en su jardín.

(Enrique Falcón)

 

Pilar Serrano: Sé que es odioso repetir, pero es que “No te salves” es mi himno personal.