DANIEL GARCÍA ORDAZ

IMMIGRANT CROSSING

My father’s feet
Carried the sesquicentennial stench of
Mexico, turned Texas, turned United States of America.

He labored in 24- and 48-hour shifts
Irrigating arid citrus groves,
Working under the bellies of navel orchards
In trenches that emanated a stink
That America could not stomach.

Mother Nature painted on my father’s immigrant feet
Socks of earth, wind, and tire,
Then drowned them in her melting pot,

Ankles aching,
Bunions burning,
Blisters bleeding,
Calluses calcificating,
Nails embedded with myriad funguses
Frolicking frivolously
Only to become penitent parasites.

My father left
Mexticacán, Jalisco–
Less than a spec
On the Mexican map–
And crossed the Rio Grande
For the privilege of standing on American soil,
For the privilege of owning an American acre,
For the privilege of raising his American children,
For the privilege of ruling
Over endless, waveless American ditches
For the privilege of working for
Endless, thankless sanavabiches.

On toasty Texas summer nights
When he’d come home at dawn,
We knew he was home upon smell,
As he shed his black boots
With a sigh of repose,
Crossing his feet
Under Uncle Sam’s nose.

CRUCE DE INMIGRANTES
Los pies de mi padre
llevaron la peste sesquicentenaria de
México, convertido en Texas, convertido en los Estados Unidos de América.Trabajó en turnos de 24- y 48- horas
irrigando arboledas cítricas áridas,
trabajando bajo los vientres de los huertos de las naranjas de ombligo
en trincheras que emanaban un hedor
que América no podía soportar.

La naturaleza pintó en los pies de inmigrantes de mi padre
calcetines de tierra, viento y cansancio,
y después los ahogó en su crisol de razas,

dolor en los tobillos,
juanetes ardiendo,
ampollas sangrando
callos calcificados,
uñas incrustadas con miríadas de hongos
retozando frívolamente
solo para convertirse en parásitos penitentes.

Mi padre dejó
Mexticacán, Jalisco–
menos que una mancha
en el mapa mexicana–
y cruzó el Río Grande
por el privilegio de pararse en suelo americano,
por el privilegio de poseer un acre americano,
por el privilegio de criar a sus hijos americanos,
por el privilegio de gobernar
sobre un sinfín de zanjas americanas sin olas,
por el privilegio de trabajar para
hijoputas innumerables e ingratos.

En las cálidas noches de verano de Texas
cuando volvía a casa al amanecer,
sabíamos que estaba en casa por el olor,
mientras se quitaba sus botas negras
con un suspiro de calma,
cruzando sus pies
debajo de la nariz del tío Sam

(Traducción de Zackary G. Paine)

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