Como en la mayor parte de mi obra, empleo aquí también mi propio cuerpo para hablar sobre el modo tradicional de representación de la mujer y, en este caso, utilizo la sandía por su poder visual como metáfora de la fertilidad, una carga pesada, en su presencia y en su ausencia.

Se trata de un ejercicio cargado de humor negro, camino a la ironía que supone el querer algo y no quererlo, con la iconografía clásica y su posterior reinterpretación en el arte y la religión cristiana como base principal de mi estudio, en su concepción estética y conceptual y que, en muchos sentidos, todavía hoy sigue vigente. Una imagen casi inalterada e inalterable que siempre ha hecho especial hincapié en la biología femenina, por encima de las demás cualidades, como marcador del carácter de la mujer, de su futuro y de su destino. Una cárcel biólogica. Lo es en muchos casos incluso dentro de una comunidad desarrollada, todavía más en un territorio con serios problemas sociales y geopolíticos.

En los últimos años mi trabajo (artístico y periodístico) ha estado directamente dirigido a reivindicar el papel de la mujeres que viven en zona de conflicto o se han visto desplazadas por el mismo (mi última exhibición individual, Step behind the line, se inauguró en Diciembre de 2016 en Yerevan, Armenia como un retrato de la vida de las mujeres de Nagorno Karabakh, un territorio en disputa entre Armenia y Azerbaijan. Puede verse en: «www.arigchas.carbonmade.com»).

Ahora retomo un proyecto antiguo, en realidad nunca abandonado. A la izquierda del padre resulta para mí un concepto más que un simple título. Una crítica a los valores de algún modo establecidos por las instituciones religiosas y que todavía hoy siguen marcando el ritmo de nuestras vidas «por acción u omisión». Estereotipos impuestos, roles a desempeñar, metas que alcanzar y una larga lista de valores inmorales e hipócritas cuya validez y estabilidad es cada vez más cuestionable.

Este vídeo (en dos partes) es un autorretrato que profundiza en los temores y las dudas sobre ese papel que uno (o sobre todo «una») debe ocupar. Miedo a no cumplir las expectativas y miedo de cumplirlas, de seguir las normas de la cultura y la contracultura; de acabar aceptando un papel pasivo dentro de la sociedad, sea conservadora o revolucionaria.