COMENTARIO
Tu armonía conspira contra la derrota
del aurea mediocritas.
Se eleva como esos directores de orquesta
que han olvidado en el vestuario el bisoñé.
En lo sucesivo dime cómo es
andar por la vida como tú,
despeluznada,
luciendo la cabeza al cero.
En qué catálogo aparecen
las señoras del barrio,
con batón,
preocupadas por los cuernos
del cuñado.
No sé si te conté, paisana lejos,
que me aqueja el remordimiento
de no haber vivido el tiempo suficiente.
Tantos libros de cuentos.
La novela del hombre que buscaba
un espacio en la luz,
un intersticio,
romper aquel silencio de ser pobre,
abrir un ventanal
para escaparse,
poner cien holandesas en un díptico
y arder en la madera de los cócteles.
Daiquiri, Molotov y Margarita
en la pulsión de regias embajadas.
A mí que soy renuente sobre
si aceptar invitaciones a cenas,
por el temor de no poder
devolverles la ofrenda consabida,
se me ocurren muchas cosas
cuando viajo al teclado y me enmaraño,
y acabo por decir estupideces
en la penumbra,
porque el Arte es gratis.
Se me escapan los años
y el Alzheimer