ANA RUSSO

AHÍ DENTRO

ahí dentro
donde el hueso se pudre
y el corazón es una estopa  que no sirve ya
para arder
dentro de los pobreríos y las miserias
algo se comió a los muchos del mundo
algo sin nombre ni cara
algo que vulnera con mordiscos
sucesivas formas de eficientes tijeras y trinchetas
algo que va dejando huecos dentro de los huecos
y nada puede colmar lo que ha sido vaciado,
el cuerpo tiene cicatrices blancas y suaves
esas que  sólo  parecen cerradas
pero se abrirán y serán otra vez aquel tejido rojo
de las vísceras que no olvidan
tela resistente de piel que aún espera
en medio de los negadores que todavía venden sangre.

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AMANSADOS

como la vaca
que muge en medio de noche
la enorme vaca madre que se da
y es como la luna,
silenciosa y blanca
en su pureza radical de sueños,
la vaca que mansamente muge
y se ve lenta caminando las sombras
y los soles
como la vaca, digo, que no sabe
cuando será el silencio final
ese, del golpe en la testuz, o en la nuca,
mejor dicho del filo del degüello
o de otros tantos modos del agradecimiento,
como la vaca hecha de luna desbravada
ni siquiera desvaría en la manga de la maza
así con igual aura, sin miedo por no  saberlo  todo
así, hechos de luna dócil caen
los que fueron sorbidos por los mezquinos
rituales del agotamiento, entre calles de estrechas carnaduras
o avenidas de desquiciados sueños
caen, de rodillas, de espaldas o de boca
tarde o temprano caen
después de haber sido gastados  por el sacrificio.
Sin miedo por no saberlo todo
van al matadero disfrazado
con vidrieras brillantes y leds
se iluminan de goce, se persignan ante el dios
infinito del poseso que posee
para tapar el silencio final, van, amansados
y solos al
mercadeo de hombres. Y se mete alboroto
para que no se note.

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