FABRICIO ESTRADA

Lección de niebla

Los ángeles llevan máscaras antigás. Tegucigalpa es el reino de los miedos.

Hay 80 residencias que reciben a diario 4 raciones de lacrimógenas. Puntualmente. Se abren los grifos y rebalsan las pilas por el humo. Es más fácil lavar la ropa blanca, es más fácil limpiar los muertos con el sahumerio de las bombas.

Los ángeles apestan al salir de sus duchas rojas. Lavan sus alas a presión. Tegucigalpa es el reino de los miedos.

Hay 25 ancianos que llegan a los 100 años y todos ellos han sido transportados por la nube. Pulmón a pulmón se asfixian. Es más fácil abonar el jardín con el ácido de la blancura, es más fácil yacer en la hierba que se vuelve transparente sin oxígeno.

Los ángeles persiguen a los pájaros que se cuelan en el bosque espumoso. Machacan sus picos, les sacan semillas de viento, reforestan los cielos.

Hay 2,200 cápsulas sobre el pavimento. Los maestros las recolectan, las llevan al aula para el trabajo manual. El humo sirve para amasar la tiza. La tiza dibuja curvas que entran por la boca y se enroscan en el pecho del niño.

Los ángeles lanzan el maná como una florista que abre el cortejo en la coronación del pueblo.

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DC10

Sucede que estamos en inventario.

Estamos desmontando un mundo, estamos desmontando el artificio.

Ocurre que estamos borrando el número de serie y volviéndonos artesanos, llenos del barro de los días, amasados por el golpe, nos estamos haciendo irrepetibles.

Cada cosa, cada concepto es devuelto a una categoría básica y sustanciosa.

Trilobites, sílabas unicelulares: piedra, grito, alma.

Sucede que Eva sacó la cara y Adán la acompaña con su listado de novedades: esto es alegría, esto es tristeza, esto es mañana y esto olvido.

La mirada, los árboles, la hondonada de una herida brutal, ya son otros paraísos los que buscamos, nos hemos hartado de todos los frutales.

Esto es dolo, esto es ángel inverso, esto es flor y esto un hombre desollado.

Ocurre que estamos inventando el tiempo y el sueño debe esperar, con su capa rota el sueño, con sus brillos el sueño, con su descanso mortuorio el sueño.

Hemos abierto -de un solo tajo- el vientre pulposo del bien y el mal y lo entendemos frío, áspero, entendemos que el viento silba nuestros nombres y a él nos entregamos llenos de ramajes.

Sucede que nos sabemos nuevos

y estamos en inventario.

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